Sobrecogido con el paisaje a mi alrededor descanzo sobre el ultimo peldaño de la escalera. Miro al horizonte y me encuentro encerrado en una gran casa llena de vegetación que se impone ante mis ojos. Una casa habitada por diversas criaturas invisibles al corriente observador. Llueve, la cálida tarde se transforma. Los truenos estremecen hasta lo más recóndito de mi ser. Extraño mi hogar. Pero como me gustaría que este fuese mi lugar. Una sensación de desamparo y un sentimiento de culpa amorosa me invaden. Sigo meditando, me reconforto con buenos pensamientos sobre un futuro bienaventurado. Corre el viento, y con él se esparcen mis malas vibraciones. Cae la lluvia, y con ella se disuelven las impuresas de mi alma. Pienso y espero encontrarte, pero sé que no te busco en el lugar propicio para que nuestro amor florezca como aquella semilla, que despues del crudo invierno, se transformó en una bella margarita. Llueve, y solo sé que tu no estás.