Aquella joven misteriosa, lunática, errante; iba presurosa buscando, hablando. Hablaba con las hojas, con el viento con el mundo, con ella. Sumida en abstractos pensamientos mejorando mi mundo, su mundo. Imaginando una lluvia de felicidad, para reponer de la sequía a nuestros corazones. Imaginando un engrudo amoroso, para reparar nuestra alma rota. O quizás imaginando un mundo ciego para que nuestras diferencias no se interpongan entre un te amo. Espero, ¡Oh! dulce joven que recojas nuestros deseos y que para el día de tu eterno nacimiento todas aquellas promesas se cumplan y todas las barreras se rompan para ser junto a ti, solo un sentimiento o solo una ilusión que perdure en mi memoria y que me haga feliz, hasta el día que me toque a mi el eterno renacer.