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Microbús

Aquella joven misteriosa, lunática, errante;
iba presurosa buscando, hablando.
Hablaba con las hojas, con el viento
con el mundo, con ella.
Sumida en abstractos pensamientos
mejorando mi mundo, su mundo.
Imaginando una lluvia de felicidad,
para reponer de la sequía a nuestros corazones.
Imaginando un engrudo amoroso,
para reparar nuestra alma rota.
O quizás imaginando un mundo ciego
para que nuestras diferencias
no se interpongan entre un te amo.
Espero, ¡Oh! dulce joven
que recojas nuestros deseos
y que para el día de tu eterno nacimiento
todas aquellas promesas se cumplan
y todas las barreras se rompan
para ser junto a ti, solo un sentimiento
o solo una ilusión que perdure en mi memoria
y que me haga feliz, hasta el día que me toque a mi
el eterno renacer.

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De par en Tamentica.

No quiero escribir ni esencias ni yerbas, porque reducido al papel aun no me encuentro. Esperar, sentir, vibrar, gritar, llorar, pensar, querer, desear...  vivir. Es extraño, sí que lo es, cuando mis cristales penetran los tuyos y tu carne se acerca a la mía en una danza de humo y bebida con voces de luces a oscuras en un cuarto más frío que el mio con fotografías de pantalla en corrida descalzos, cercanos, lejanos. Me recuesto con el deseo y te inscribes como necesidad beber tus aguas, tu edén recorrer calma mi hambre con caricias y calla mi deseo de un beso porque después de mañana las cosas no serán ni descalzas ni cercanas, ni siquiera lejanas porque la no existencia consume más allá de las fronteras de tu alma con la mía consume la vida y la muerte consume lo que es, lo que podría ser y lo que nunca será. Dos más dos son cuatro, pero uno más uno jamás serán dos.

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